Cumplió quince años la primavera
del año rojo de la ciudad,
y la llamaban "La Mazorquera"
en todo el barrio de Monserrat.
Eran sus ojos negros, traidores,
y lastimaban como un puñal,
y los sargentos restauradores
le dedicaban ese cantar:
"Cuida la vida del que te quiera
porque cien dagas lo buscarán
por tus amores de mazorquera
en la parroquia de Monserrat..."
Bajo el rebozo, rojos, sangrientos,
los labios de ella reían más
y las guitarras de los sargentos
así volvían a suspirar:
"¡Por tus amores degollaría
hasta el porteño más federal!
¡Juan Manuel mismo te adoraría,
oh, Mazorquera de Monserrat!"
Y fue un sargento loco de celos
que hirió una tarde con su puñal,
la daga roja de sus cien duelos,
la Mazorquera de Monserrat.
Llena de sangre, mientras moría,
cayó una estampa de entre su chal,
y en el suspiro de su agonía
el mazorquero creyó escuchar
estas palabras, roncas, llorosas:
"Sólo a ti amaba..." Y al expirar
besó en la estampa la faz de Rosas
la Mazorquera de Monserrat.