Proclamaba el tiempo las cosas de siempre,
las cosas que el tiempo tenía y llevó…
las cosas que él sólo promueve y disuelve,
con sus argumentos sin apelación.
Empezó la vida como de septiembre
y al llegar al sueño, él se enamoró…
tuvo un claro tramo de frutos y verdes,
pero de repente… la culminación.
Se secó la boca,
anhelo y fiebre,
la tibia caricia,
el sueño, el fervor…
Y quedó flotando,
con su peso leve,
la flor desvaída
de un opaco sol…
Las distancias vanas
de los vanos rieles
cruzando el desierto
silencio de Dios.
La comedia eterna,
repetida siempre,
final sin aplausos:
mutis y telón.
Resignarse, ¿cómo?, si fue de repente,
nadie se dio cuenta, nadie le avisó…
Ninguno le dijo. ¿Cómo precaverse?
De un tiempo sin tiempo que lo madrugó.
Comenzó la vida en suave pendiente,
un disfrute pibe: temor y rubor…
Todo fue un momento demasiado breve…
el que le dio pista se la canceló.