Un bostezo de vereda es tu boca callejera
que no cambia su manera de mostrar la dirección,
invitando a algún paseo por los túneles del tango
al pasaje silencioso de un invierno con calor.
Mientras mecen tus vagones un concierto de abanicos,
más al Sur de la nostalgia por un tiempo que murió,
se estremecen Troilo y Manzi en la esquina de Boedo
cuando un niño ya sin sueños, nos estampa su dolor.
Si me hamaco
con tu ritmo de trabajo,
no me siento más abajo
que en el túnel donde estoy.
Entre sombras,
el final de algún fracaso,
es un ojo que nos mira
desde el fondo del amor.
Vos batís la justa a tiempo al llegar hasta Bolívar,
cuando se alzan en la Plaza voces roncas de gritar
y un desbande de palomas, libres ya por tanto vuelo,
da sonido a las campanas de un Cabildo que no está.
Desafío, bronca, espanto de este Borges que amó tanto,
la ciudad promete encanto con tus luces de estación.
Al subir por la escalera, asombrado el cielo espera,
porque afuera, un ciego entona su milonga en no bemol.
Si me hamaco
con tu ritmo de trabajo,
no me siento más abajo
que en el túnel donde estoy.
Entre sombras,
el final de algún fracaso,
es un ojo que nos mira
desde el fondo del amor.