Yo viví, desorientado,
yo soñé no sé qué mundo,
yo me hundí en el mar profundo
con delirante afán de loca juventud.
Me atraían los placeres,
un abismo las mujeres.
Ya sin madre ni deberes
sin amor ni gratitud.
Madre...
Las tristezas me abatían
y lloraba sin tu amor.
Cuando en la noche me hundía
de mi profundo dolor.
Madre...
No hay cariño más sublime
ni más santo para mí;
los desengaños redimen
y a los recuerdos del alma volví.
Yo maté mis ilusiones,
yo amargué mi propia vida,
yo sentí en el alma herida
el dardo del dolor que el vicio me dejó.
Desde entonces penas lloro
y sólo el cariño imploro
de mi madre a quien adoro
y mis desvíos sintió.
Carlos Gardel - Madre - Tango 1922