Santa, más que santa,
Magdalena humilde,
en este "via crucis"
al que te llevé,
tu has sido testigo
de todo el fracaso
y has visto en silencio
quebrarse mi fe.
Quise darte todo,
lo que merecías,
y tan solo migas,
te pude ofrecer,
por eso esta noche,
que renuncio a todo,
Magdala perdona,
la última hiel.
Mis manos vacías
sólo apresan sombras,
mis ojos en sombras,
sólo sombras ven.
Y en esta locura
de sombras y muerte,
sellada mi suerte,
espero tu bien.
Que esta noche sea,
para tu martirio,
la última noche,
el punto final.
Y firme mi pulso
le dejé a tus alas,
abiertas las puertas,
de la libertad.
Juan D'Arienzo - 1944 - Armando Laborde - Magdala