¿Quién eres tú?
¿Qué credo intolerante
te erige en juez severo de mi amor?
¿Quién eres tú...
Tartufo abominable
que encubres en un rezo tu intención?
Si mi amor es pecado, han de juzgarlo
la fría ley del hombre o la de Dios...
¡Pero no tú
que al fin, eres humano;
también hecho de barro, como yo!
¡Quisiera que cayeras como yo!
Que arrastres tu soberbia, por amor...
Que ciegues tu razón por el deseo
y quieras en un beso
sentirte casi un Dios...
¡Que te hunda en carne y alma la pasión
sus garras de locura y tentación!
Entonces, cuando igual que yo te sientas,
acaso compadezcas
mi cruz de pecador.
¿Quién eres tú?
¿Qué leche de inclemencia,
de ciega intolerancia te nutrió
¿Quién eres tú?
¿Qué trágica condena
te niega a la locura del amor?
Ni tu Dios —con el cual siempre amenazas—
es el que a Magdalena comprendió...
¿Quién eres tú?
Que tienes muerta el alma
y niegas el milagro del perdón.