Teclas de miel, dedos de sal,
un puente de silencio en mis rodillas.
Salgo a viajar el humo espeso de la vida,
y al regresar me esperás vos con tu cajita de cristal.
Soy soñador, soy inquietud,
un sauce que se bebe las orillas.
Vuelvo a buscar en cada pulso la guarida.
Se hace corcel tu ilesa voz y yo, jinete de arrabal.
Cuerda feliz...
un mismo vuelo en rebeldía,
un arco iris de cadencias insolentes,
el cántaro y la fuente, el verso y la armonía.
Sentado aquí,
ante tu fiel fisonomía,
besan la clave misteriosa del presente,
apasionadamente, mis manos y tu Sol.
Árbol tu piel, cuero y marfil,
matriz que se involucra con la mía;
mezcla de opaca y de dulzona bienvenida.
Musa y compás, siempre de a dos, unión que no ha de ser casual.
Somos al fin piano y virtud.
Tu vientre canta en torno a mi semilla
y en el volcán del pentagrama halla salida.
Cuando el reloj nos diga adiós se hará metáfora el final.
(Coda)
Somos al fin el portavoz de una metáfora de adiós.
Al Maestro Emilio de la Peña.