Allá, muy lejos,
desde mi ventana
veía, ufana,
planchando, una mujer,
que al parecer
muy joven y gentil,
por su escultórico perfil,
debía ser.
La silueta
sólo divisaba
sutil e inquieta,
sin rasgos, ni expresión.
No pude hallar,
jamás, ni conocer,
ni conversar con tal mujer.
De día y de noche, al balcón,
me la ponía a contemplar;
y, de la mágica visión,
me llegué, al fin, a enamorar.
Y fue creciendo mi querer
y fue creciendo mi ilusión
y era, la incógnita mujer,
la dueña de mi corazón.
Mas, una noche,
vi ardiendo cuatro cirios,
siniestro broche
de penas y martirios,
y al resplandor, vacilante e incierto,
yo vi, con horror, la caja de un muerto.
Sentí que el llanto
bañaba mis mejillas
lleno de espanto,
rezaba de rodillas.
Ya no vi más la mujer misteriosa.
Muerto, mi amor, con ella reposa…
Misterio de Amor