Qué pálida que estaba la linda vecinita
lloraba amargamente en brazos del dolor,
había en su ojazos no sé qué cosa extraña
así como un recuerdo que el tiempo lo borró.
Tenía entre sus brazos un cacho de su vida
tesoro que ella amaba, con todo el corazón.
En su tierno regazo, celosa, lo acunaba
y mientras se dormía cantaba esta canción:
Duérmase mi nena,
duérmase mi amor,
duerma tranquilita
que la cuido yo.
Duérmase mi nena,
duérmase nomás,
que mañana viene
su lindo papá.
(Recitado)
Volvé de nuevo, te ruego,
que la Pirucha te quiere ver,
todas las noches te está llamando,
vení, papito, venime a ver.
Ansiosa lo esperaba y, al ver que no volvía,
la pobre, de tristeza, un día se enfermó
ya no se oía el canto de todas las mañanas
cuando a su linda nena cantaba el arrorró.
Anoche, en el silencio, mientras todos dormían
oyeron los vecinos el eco de una voz...
La pobre madrecita clamaba: ¡Virgen mía!
¡Recuérdale a mi nena esta santa canción!
Duérmase mi nena,
duérmase mi amor,
duerma tranquilita
que la cuido yo.