De coraje y de aguante se fraguó mi esperanza,
con la luz de sus duendes encendí mi fervor,
y ahora soy esta loca que solloza en la casa
descolgando rincones, embalando el adiós.
Era un traje de novia el jazmín sobre el agua,
hoy es sólo la nieve que se funde sin sol,
y la niña de piedra que cuidó a mi ventana
con verdín disimula su impotente dolor.
El sueño de la vida que soñamos aquí
se arroja de cabeza a la vereda,
esconde su pudor en cajas de cartón
y miente el inventario que nos queda.
Eterna despedida que no puedo asumir,
si miro hacia adelante es por tristeza,
me finjo mascarón de proa del camión,
ya nunca oiré el gemido del portón.
Chau casa, chau patio,
chau lluvia, chau gatos.
Chau cielo, chau pacto,
chau risa, chau... cuatro.
Despertaba la esquina con su blanco torcaza,
y en las noches cantaba su ronrón de carbón.
Aún la pérgola espera coronar la terraza:
mi promesa de sombra que jamás se cumplió.
El cartel de “se alquila” otra vez amenaza
con dudosa constancia, con oscuro perdón.
Yo me voy hacia dónde, qué será de la casa
que me debe el destino, que me debe el amor.