Brillaron tus pupilas inundadas
por amargo llanto, la noche del adiós,
el cielo que copiaba nuestro gran dolor,
con hilos musicales su pesar gimió.
No importa que la vida nos separe
ni la siento quedar, dentro del corazón,
dos almas estrechadas fuertemente
por un sólo destino, somos tú y yo.
Soñando en esta soledad
el tiempo ni tiene temor,
y vi morir toda mi juventud
en la ilusión feliz del porvenir.
Si no pudimos realizar
lo que la vida nos negó,
esperemos la cita que nos dimos
esa noche de encontrarnos,
en la eternidad.
Los sueños que se forjan y se nutren
con recuerdos buenos, no se destruyen más,
porque en la ausencia surgen de la evocación,
las horas de un pasado que no morirá.
Romántico misterio el de tu nombre
y a través del tiempo, aviva mi ansiedad,
y allá tengo una senda donde nadie
nos vuelva nuevamente a separar.