Desatontaste nuestra edad adolescente
de un solo golpe de caderas infernal
y nos besabas con sabor a celuloide
para cambiar en fantasía lo real.
Cómo te amábamos, platea de por medio,
cuando en un zum nos inventabas el placer.
Por vos supimos que las rubias se prefieren,
por vos supimos que existía la mujer.
Marilyn, Marilyn, Marilyn,
se nos movía
la estantería
al dar la espalda tu pollera de carmín.
Y al credo vil del sex-appeal,
era la sala un templo infiel
donde adorar tu rubia piel
fue el berretín.
Marilyn, Marilyn, Marilyn,
después, la fría
melancolía
que nos dejaba la palabra fin.
Hoy te miramos desde un tiempo de nostalgias,
no hay contraseñas que permitan ya volver;
se nos cayeron del bolsillo azul del alma
la noche aquella cuando entraste a ser ayer.
Pero te amamos con la muerte de por medio
y regresamos en un sueño a la función
del viejo cine que se fue tras la piqueta
con nuestra edad adolescente que murió.
Marilyn, Marilyn, Marilyn,
después, la muerte
y sólo verte
tras el dolor de la palabra fin.