Sigue siendo Esthercita
pero no usa más percal,
ni sueña con champagne,
ni rueda al cabaret,
ni despierta piropos de tranway.
Sigue siendo Esthercita
usando "estrich" como percal
viniendo en subte a Santa Fe, con fe.
como si la verdad
pudiera venderse en galerías.
Y los silbidos de la barra
y aquella esquina y el bajón
ahora son bocinas,
sábanas de nylon, resbalón.
Y sueña igual, en otro tono
y no de mala, no.
Porque nació desafinada,
y qué sé yo.
Cambian los paisajes y Esthercita
es al cabo siempre igual.
Un corazón sin niña
en un cuerpo sin dueño,
un traje afuera,
la noche adentro
y más adentro aún, donde más puede
la ternura y el perdón,
sigue siendo Esthercita
y no importa el percal.