¿Te acuerdas tú de aquel
muchacho soñador?...
No has de olvidarlo... ¡si él
fue tu primer amor!
Locura, vino y miel
de sus palabras...
¡Palabras de ilusión!...
Podías al bajel
de aquella inspiración,
brindarle puerto en él
fondo del corazón;
y lo dejaste ir
sin llanto ni dolor...
¡Era tan pobre
tan pobre el soñador!
No tenía más tesoro
para ofrecerle a tu encanto
que su ternura y el canto
con que te dijo su amor.
Sus palabras lindas pronto
fueron vanas en tu oído...
Tu ambición
ansiaba otro esplendor;
y lo dejaste ir
sin llanto ni dolor...
Hoy, junto a la humildad
del tierno soñador,
es pobre vanidad
tu lujo triunfador...
Menguada majestad
no tiene nada;
te falta lo mejor...
No sabes que es amar
con fiebre de pasión
y vives en vulgar
y hueca exhibición.
Dorada realidad
que dieras por oír
palabras lindas
las que dejaste ir...