Pedime lo que quieras, sabes que soy tu amigo.
Si te hace falta plata, decí cuánto nomás.
Necesitás el auto, la cámara de fotos,
hablame con confianza que no hace falta más.
Te presto la guitarra, también la licuadora,
te presto a mi señora, si la necesitás.
Pero pará la mano, porque sabes hermano
hay algo que yo nunca te he de prestar jamás.
Los discos de Gardel, ¡no!
Los discos de Carlitos no los presto.
Los discos de Gardel, ¡no!
Hay cosas a las que no estoy dispuesto.
Los discos de Gardel, ¡no!
Que de una vez por todas quede claro,
los discos de Carlitos no se prestan.
Es mi última respuesta
y no molestes más.
Antes de Elvis, antes de Sinatra,
la Argentina le dio al mundo su mejor voz.
El día que me quieras pedir aquellos discos
será mi noche triste de amargura y rencor.
Allá en el barrio viejo y en la senda florida
Silbando su silencio las rubias de New York.
La que volvió una noche, la chorra y farabute
te batirán de bute farolito de papel.
Y por el caminito, enfundá la mandolina
como las golondrinas pa’ nunca más.