Pichuco está tocando todavía.
Pichuco está tocando y no se entrega
y me llega de “Sur” la melodía
y no imagina él, cómo me llega...
¡Cielo perdido es “Sur”! y está llorando
su bandoneón sobre un recuerdo triste,
su bandoneón y él están buscando un camino,
un camino de vuelta que no existe.
Detenido en la calle desolada
—una cantina musical al paso—
con la voz del que canta, desgarrada,
me hace ver mi barriada en el ocaso.
Debe llover también en el suburbio
por el pincel de Manzi dibujado
donde el muchacho de los ojos turbios
se quedó para siempre recostado.
Y veo viejas calles de Pompeya...
ventanas que el dolor ayer cerrara
y el adiós que da el tren, la novia aquella
que una luz de almacén “platilunara”...
¡Cielo perdido! ¡No, él no se niega!
Un bandoneón que es música y poesía
lo hace canción y es cielo que se entrega,
y que entrega
con su tango Pichuco todavía.