Será que me sembraron un enero,
al barro primitivo y colonial,
las manos tristes de un picapedrero
en tiempos de carreta y de Real.
O acaso por mi gris envergadura,
bordura que chapea identidad
y guarda, encanecida en su locura,
caricias de tu paso en libertad.
Se pregunta mi piedra si tu apuro
silbó un breve suspiro por mi ausencia,
si apenas un recuerdo en la conciencia
de haberme caminado en la prisión.
Yo fui aquel empedrado sigiloso,
bañado por tus lágrimas urgentes,
que supo distinguirte entre la gente
y hoy muere en un destierro sin razón.
(Recitado)
Y acá estoy, apilado, embrollado entre iguales, recubierto de escombros,
olvidado en la historia.
Fui hasta ayer, Buenos Aires, la postal de tus barrios
y es el Hombre pequeño quien me desaparece.
Extraño los tapices de hojarasca,
la escarcha del invierno y su rigor,
el beso de un amor de primavera,
el sol ardiendo todo alrededor.
Curioso acontecer de mi destino,
insomnio que no puedo adormecer;
soñé con escapar de aquélla cárcel
y hoy, libre, sueño en vano con volver.