¡Sos vos!, la estampa cambiada
me hace extrañar la muchacha
que en las mañanitas frías
de algún crudo amanecer;
con un tapado raído,
una pielcita en los hombros
y un bagallo de comida
rumbeabas para el taller.
Cúantos fines de quincena
la vieja te rezongaba,
porque un papel de quiniela
en tus manos sorprendió;
o una respuesta cabrera
desde la tina te daba,
cuando entrabas preguntando
el numero que salió.
Hoy te codeas en el paddock
del Hipódromo Argentino,
con las damas catedráticas
de la alta sociedad.
El gerente de la fábrica
con el que vos te piantastes,
para las pilchas y los burros
lo que pretendes te da.
Pero el mundo transitorio
de placeres y de lujo,
en que vives torpemente
olvidada del ayer;
si concluye a demostrarte
el dolor de tu viejita,
que hecharon de su covacha
por no pagar alquiler.