Mi pobre amigo leal y sincero
fue compañero de mi juventud
y torturado por un quebranto
perdió el encanto de su salud.
En sus momentos espirituales
era sublime y en su capuz
sólo abrigaba nobles ideales
como raudales de blanca luz.
Pero su loca pasión
por el juego y la mujer
trajo su degradación
y está bajo la acción
de un triste padecer.
Y aunque quiera ya eludir
será siempre de su mal
no lo podrá conseguir
es... su signo fatal
tendrá que sucumbir.
Hoy que se siente sin energías
piensa en la dicha que se fugó,
piensa el fútil de sus orgías
de las milongas y del paddock.
Llora en silencio su decadencia
mientras el vicio sigue con él,
el que lo duerme en la inconsciencia
para que olvide su pena cruel.
Yo quisiera aminorar
su precaria situación
pues entiendo que ayudar
a un amigo ejemplar
es una obligación.
Y pudiendo concebir
su pesar abrumador
desearía compartir
sus horas de sufrir,
sus horas de dolor.