Dentro de un barrio abandonado,
lleno de ruinas y soledad,
vive tu madre sin un cuidado,
sin un cariño a quien prodigar...
Y entre sus plantas y sus rosales,
se entretiene para olvidar,
y de sus ojos tristes, cansados,
más de una lágrima suele rodar.
Y en la milonga sigue la danza,
corre la espuma del buen champán.
Y entre las risas que hablan de penas,
sigues el rumbo de lo fatal.
Y quien pensara que fuiste buena,
que cierto día se festejó
el compromiso con el muchacho
que te amó mucho y no te olvidó;
que en esas tardes, de cuando en cuando,
llegó a tus puertas, con ilusión,
y entrelazado, juntas las manos,
juró quererte y no te mintió.
Un triste día, tu pobre madre,
en tu cuartito, no te encontró.
Y al ver el lecho triste y vacío,
llena de penas, mucho lloró.
Ya eres otra... toda cambiada;
con ropa fina de gran valor,
por la Avenida, luciendo galas,
ibas jugando con la pasión.
Pero bajaste de aquella cumbre,
y a la milonga fuiste a caer.
Ya sos madera que no da lumbre,
una de tantas ¡oh, pobre mujer!...
Volvé a tu casa, tu madre enferma,
sobre tu lecho, se siente mal;
dale un consuelo, para sus penas,
¡La pobrecita se morirá!