Piba que un día vimos de percal
allá en el barrio,
y que olvidó su cuna de arrabal
(culpa de un hombre).
El lujo la cegaba, y fue
muy triste su destino
fue rodando y en sus noches largas
en la milonga se hundió, y así en el vicio
sin esperanzas ya, desanda su camino
y buscando allá en el Cielo, su perdón.
La Queca hoy se embriaga en la milonga
pues quiere olvidar, viviendo entre copas,
todo su recuerdo, ahogarle en otras bocas
arrancarlo de su alma, sin poder.
Su vida es un pasado sin presente
¡no puede olvidar! tal vez sin saberlo
con ansias lo espera, y muy altiva la frente
para gritarle en la cara, su traición.