Éramos ilusos detrás de quimeras.
El mundo giraba distinto al de hoy:
el tiempo tan sólo parecía espera
de un tiempo que acaso sería mejor.
Sus labios gastaban fogosas proclamas,
y yo los buscaba tras otra ilusión:
-tal vez más pequeña, fugaz y cercana-
la de cobijarlos con besos de amor.
La rueda giró. ¿Quién iba a decir
que un día cualquiera debiera partir?
Y dejar atrás su cálida voz
-la de barricadas y versos de amor-.
La busqué al volver. ¿Quién iba a decir
que la encontraría negando su ayer?
Cerca del poder, ciega de ambición,
y entre negociados vacíos de honor.
"-La vida cambió"- me llegó a decir
antes de besarme por última vez,
antes de reír, antes de llorar,
y de suplicar que no la viera más.
"-No todo cambió" -quise responder-
mi amor es el mismo y el mundo también.
Miré alrededor. Me callé y sentí
la rueda del tiempo pasar sobre mí.
Tiempo de estudiantes allá en el Di Tella:
los hippies, los mersas, "La balsa" y el Che;
sus ojos lucían su color almendra,
su boca sabia a menta y café.
Mi amor fue una tregua de su noche "zurda",
inútil memoria de un sueño que fue.
Oculta esperanza patética y burda
que una tarde absurda yo desenterré.