El mar y el cielo tan unidos, como vencidos, me cuelgan una estrella
que alumbra lo que siento, que me protege
y sigue caminando mi camino, atesora dónde vivo, dónde muero.
Quiere entender, tal vez, quién soy.
Su luz me da lo que no tengo. Con el pasado, con eso yo no juego.
Hay veces que pretendo viajar sin freno
al tiempo de vereda protector de mis mañanas,
para ahogar mi desierto que con su sed te trae a mí.
¿Quién soy, hoy, detrás del ser...
un duende con miedo de este amor que mata la razón?
Y me alejo fingiendo, penando, muriendo
perdido en mi canción de amor, sin ti.
Atrás mis huellas han quedado como esperando mi vuelta a la partida,
que intente un nuevo abrazo con mis afectos
y aprenda que las cosas han pasado simplemente porque apenas
soy un hombre que no mintió para vivir...
que no mintió para vivir... que no mintió para vivir.