Estamos desnudando el alma a tangos.
Curtiéndola de aguantes en el cuero.
Cargándonos la noche a contrasueño
como si fuéramos los últimos tangueros...
Y somos por amor o por misterio
hermanos clandestinos del esplín,
de las metáforas de Cátulo y Homero,
Discepolín y de los últimos tangueros...
La luna es un farol que nos acuna
meciéndose en la voz del bandoneón.
La luna amarga que aletarga la mañana,
la voz amiga que se da en la confesión...
¡Te pido Negro Juárez que no pares!
¡Que salga de tu jaula un aluvión
de madrugadas y de noches sin ojeras
que la aurora se entrevera con el sueño del licor.
Se va la Buenos Aires soñadora
con aires bataclanes y piqueros
trepando el berretín del siglo nuevo
para amurarnos a los últimos tangueros...
¡Qué importa si de todo lo que pianta
hay algo que algún día ha de volver!
Y si la vida nos olvida en un "aujero"
por ser los últimos, seremos los primeros.