Le dio un fuelle su bautizo.
Era de esa muchachada
que entre taquito y sentada
sacaba viruta al piso.
Del tango hizo lo que quiso.
Por él cantaron las violas.
Por él lloramos a solas.
Pido atención compañeros.
¡A sacarse los sombreros!
Estoy hablando de Arolas...
Espigado y palidón,
de pantalón orillero,
a lo cantor el sombrero
y el tango en el corazón.
Se metió en el bandoneón
del boliche de la esquina,
y a un compás de chamuchina,
sobre pisos encerados,
vio brillar los charolados
con caña de gabardina.
Si algún organito añejo
pasa por el arrabal
o alguien silba —bien o mal—
el tango "Derecho viejo",
nos estremece el pellejo
su responso milonguero
y un "réquiem" arrabalero
tirita en las calles solas.
¡Es que rezan por Arolas,
y hay que sacarse el sombrero!...