Era el tiempo singular
de andar por los rincones y jugar
de hablar con personajes inventados y saberse
monarca de una tibia soledad...
Un pianito de salón,
muñecos de cartón
y el clásico botar de una pelota.
La guitarrita con dos cuerdas rotas
y guardado en un cajón el “meccano”
con su magia de metal...
Después
crecimos sin piedad
y toda la verdad fue un paso inevitable.
Supimos que la vida era otra cosa.
Tuvimos experiencias dolorosas
y vestimos con tristeza
una piel de realidad... que no era rosa...
Y hoy somos hasta el fin
adultos sin misterios del pasado.
El tiempo de los juegos se ha gastado
y el niño que soñaba... ya no está...
Como barco de papel
el tiempo de los juegos se nos fue.
Nostalgia de almanaques amarillos por los años:
¡pensar que alguna vez tuvimos diez!...
Empujados a vivir
tenemos que fingir
que aquello es un asunto terminado...
Pero de a ratos se nos ve el pasado
al mirar a un chiquilín
dibujar un monigote en la pared...