Esta Venecia de cemento, Buenos Aires,
colectiveros gondoleros van y van
llevando gente sin preguntas por su cauce
del mismo gris que el cielo gris sin estallar.
Anfibias penas de corbata surcan calles
por esa inercia de rutina y tobogán,
cabezas gachas, caras largas, pies de lastre,
mi pueblo-tango baila el rock del resignar.
¡Vamos!
Inflando el pecho con el soplo del coraje.
¡Vamos!
Desanudemos nuestro orgullo de gigantes.
Reflotaremos esta Atlántida de aguante
en que sumimos nuestra voz y nuestra sangre.
¡Vamos!
Que el sol de afuera y el de adentro queman días.
¡Vamos!
Que la sonrisa es el anzuelo de la vida.
Mirando alto la paciencia se encandila
y tu vampiro se transforma en golondrina.
Salí del pozo,
sacudite, Buenos Aires, el esmog y los escombros,
la caspa oscura del olvido de los hombros,
echate encima el arco iris y salí.
Mostrate al mundo.
Quiero oír la melodía de tu pulso y de tu asombro
callando el ruido de mediáticos y sordos
con el silbido de tu alma colibrí.
¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos!
¡Dale, vamos!
¡Siempre vamos!
Ponete el arco iris... y salí.