No escucharé nunca jamás la risa loca
con que a mi vida tanto alegraste.
Tan solo estoy, en mi dolor el alma evoca,
las horas que dejaste
tan huérfanas de amor.
No olvidaré la tarde aquella en que moría,
cuando me diste tu despedida,
como esa tarde se fue mi vida
quedando sólo con mi dolor.
Nadie
disipará la negra sombra
que al irte me has dejado.
Solo
y en mi dolor mis labios nombran
tu nombre inolvidado.
Siempre
recordaré con honda pena
que en mis brazos morías
y al despedirte me pedías
no te olvidara nunca más.
Al recordar lo que te amé preferiría
no haberte visto, ni haberte amado.
Si tras de ti también huyó mi alegría
y todo desolado por siempre se quedó.
Pensar en ti sin más consuelo que la pena
inconsolable que dio tu ausencia.
Vieras que triste que es mi existencia
sin tu cariño todo acabó.