Como una serpentina de rápido trayecto,
cruzás por los salones derrochando al pasar
todos los cascabeles de tu risa nerviosa,
que prenden en el alma alegría fugaz.
La sutil percalina de tu histórico traje
se agita como un ala que temblaba al danzar
la graciosa gavota que murmura la orquesta
mientras un caballero te repite su afán...
Sacate el antifaz,
Marquesa de Trianón;
quiero mirar tu faz
y darte el corazón...
Debe ser el sol
tu rostro angelical,
te ruego, por favor,
sacate el antifaz.
Esmaltada muñeca de los hombres mimada,
en medio de la risa y en las vueltas de un vals,
va quebrando las rosas de pasiones ardientes
que quedan a tus plantas y lo recogerás.
A la luz de la luna, en un banco de sombra
un galán atrevido te conduce y allí,
olvidando el bullicio que alborota la sala
con vez desfalleciente, te vuelve a repetir.