Catorce de enero, mil nueve setenta,
querido compadre me pongo a escribir,
van con estas líneas toda las tormenta
que desató en mi alma lo que voy a decir.
Hace veinte años que tu parentesco
nació con la nena, tu ahijada, sabé...
hoy ya señorita, un coso muy fresco
me pidió su mano, no sé si entendés.
La mano de mi hija,
¡parece mentira!,
cuánto sacrificio
para este final.
Se la llevan toda,
su bondad, su cuerpo,
su alma, sus ojos,
como no hay igual.
Tantas ilusiones
nos habíamos hecho,
tu buena comadre
ya se resignó,
pero a mí, te juro,
me arrancan del pecho
un cacho de cuore
que me terminó.
Yo comprendo todo, es ley de la vida,
y también un nido supimos formar.
La gorriona dulce que arrullé dormida
desplegó sus alas y quiere volar.
Querido compadre, este trago amargo
me cuesta pasarlo pero comprendí,
tal vez vengan nietos, de ellos yo me encargo
se casa la nena, espero feliz.