Cuando el puerto despertaba al amanecer
yo, temblando en mi ventana,
con el último beso veía perder
su silueta en la mañana.
Y antes de aclarar, de una embarcación,
llegaba desde lejos su canción.
Yo que siempre fui
barco de ultramar
anclé en un puerto.
Mi puerto eres tu
que tanto quiero.
Ya no volveré
a hacerme a la mar
sin tu querer.
Esa era su voz
y era para mi,
para mi ventana, su canción.
Y al perderse aquella serenata,
sola, a solas con mi alma,
tuve ganas de vivir.
Han pasado los años y aquel querer
nunca muere en mi recuerdo.
Noche a noche inútilmente yo lo esperé,
entre la bruma del puerto...
y un amanecer, muda de emoción,
oí que se acercaba su canción.
Yo que siempre fui
barco de ultramar
anclé en un puerto.
Mi puerto eres tu,
que tanto quiero.
Ya no volveré
a hacerme a la mar
sin tu querer.
Esta era su voz,
pero se alejó,
era para otra su canción,
y al perderse aquella serenata,
sola, a solas con mi alma,
tuve ganas de morir.