Es inútil que me niegues tu cariño,
es inútil que me quieras convencer;
si yo te he soñado, tal vez, desde niño
y tuvo mi sueño blancura de armiño.
No, no esperes que yo deje de quererte.
Si vos fuiste de mi vida la ilusión.
No puede resignarse, mujer, a la suerte
fatal de perderte
mi fiel corazón.
Yo siempre te soñé
y siempre te amaré
con toda la ternura
de mi alma buena y puda,
alma que hoy está triste
porque vos en ella
la sombra pusiste.
Yo siempre te soñé
y siempre te amaré.
Será mi amor más fuerte
que el odio y que la muerte.
Aunque me quede sin vida
verás encendida
la luz de mi fe.
Tú no puedes impedirme que te quiera,
tú no puedes arrancarme la ilusión.
Lo mismo que las rosas en la primavera
son mis ilusiones imperecederas.
Es por eso que aunque sufro yo te canto
con la fuerza inquebrantable de mi fe;
y aunque no me escuches, ni veas mi llanto,
queriéndote tanto
por ti moriré.