La lluvia de aquella tarde
nos acercó unos momentos...
Pasabas... me saludaste,
y no te reconocí...
En el hall de un gran cinema
te cobijaste del agua
y entonces vi con sorpresa
tu envejecido perfil.
Al verte los zapatos tan aburridos
y aquel precioso traje que fue marrón,
las flores del sombrero envejecidas
y el zorro avergonzado de su color...
No quise creer que fueras la misma de antes,
la rubia de la tienda "La Parisienne",
mi novia más querida cuando estudiante
que incrédula decía los versos de Rubén:
"...Juventud, divino tesoro
te fuiste para no volver.
Cuando quiero llorar no lloro
y a veces lloro sin querer..."
Resuelto corrí a tu lado
dándome cuenta de todo.
Quería besar tus manos,
reconquistar tu querer...
Comprendiste mi tortura
y te alejaste sonriendo...
Fue tu lección tan profunda...
¡Sólo se quiere una vez!