Recuerdo tu figura aterida en la esquina
con la mirada puesta en lo que no se ve.
Eras, no sé, muchacha vestida de neblina
retrato de tu sueño, ese, que nunca fue.
Esperamos, acaso, algún mismo milagro
y tuvimos por nuestra, quizá, la misma fe.
Y también como tantos nacidos de esa herida,
las mismas, mismas ganas de soltarnos y ser.
Ya ves, nunca me hablaste,
ni tampoco te hablé;
pero de mí sabías
y yo de vos también.
La lluvia te mojaba
cuando yo me mojé;
tenías tanto frío
que dolía mi piel.
El sueldo miserable
fue otra comunión:
vos tenías un jefe,
yo tenía un patrón.
La cita era obligada en la misma rutina,
cuando el día comienza a pesar y doler.
Fuimos de madrugada la sangre de la esquina;
pegados al asfalto, fuimos casi su piel.
Esperamos acaso algún mismo milagro
y tuvimos por nuestra quizá la misma fe.
Y también como tantos nacidos de esta herida,
las mismas, mismas ganas, de soltarnos y ser.
La lluvia te mojaba cuando yo me mojé,
tenías tanto frío que dolía mi piel.
El sueldo miserable fue otra comunión,
vos tenías jefe, yo tenía patrón.
Las mismas, mismas ganas, de soltarnos y ser.