Con un tetra en la mano te encontró mi mirada;
en la otra, abrazada, la luciérnaga gris
que te oxida las venas con su atroz cachetada
y le fuma las penas a tu vida infeliz.
Me aprisiona mirarte sepultar el presente;
sos el síntoma hiriente del peor desamor.
Resignados de olvido, tu ilusión y tu vientre
son un sueño dormido y su nido el dolor.
Cómo es que no me atrevo a entrar en tu agonía,
a jugarme el pellejo por el pibe que fui;
a enfrentar la mentira insaciable y arpía,
si tu historia y la mía se cruzaron así.
Son de paco tus horas, singular mercancía
de piratas eternos que no tienen perdón;
no me alcanza el sollozo, es de olvido la noche
y esta fábula loca que no puedo impedir.
Hay alguna caricia cabalgando entre ruinas,
un perfume a glicinas sofocado al latir.
Sé que hay huellas tatuadas de ese beso de esquina,
serpentina en las piernas que te empuja a seguir.
Me atormenta tu suerte de espantosa rutina:
tu feroz nicotina, tu saqueado vivir.
Mientras arda esta pena con su histérica espina
será igual mi condena de saberte sufrir.