Con palabras amorosas,
muchos mimos, muchas cosas,
le promete entusiasmado
que la llevará al altar;
le dice que tiene plata,
que la quiere, se arrebata,
la acaricia, le da un beso,
otro mimo, muchos más.
Ella se hace la Julieta,
de emoción está repleta,
se estremece la coqueta
fingiendo sofocación,
y aunque sabe que es en vano,
lo aparta con la mano,
repitiendo resignada
sin obstar la rendición:
Sosegate...
Sosegate, Feliciano,
tené quietas esas manos,
por favor...
¡Nos ve mamá!...
Sosegate...
Sosegate, Feliciano.
Sé prudente que mañana
yo te voy
a contentar.
El amor no reflexiona,
entusiasma y no razona,
es un bicho que traiciona,
si lo dejan dominar;
y al llegar los trances duros
luego vienen los apuros,
cuando ya no hay más recurso
que vadear el Rubicón.
Te aconsejo ser prudente,
cauteloso, consecuente;
no abusar de la corriente
sin saberlo calcular;
ten paciencia, sosegate,
no te apures, sujetate,
que si sabés dominarte
no te arrepentirás…