El lengue le deschava una pintuza
de vate arrabalero y de malevo.
Y tiene, del Tortoni a Villa Ortúzar,
amores que prodiga en tangos nuevos.
Sus tangos, que son tangos de ternura,
ternura de tranvías que se quedan,
haciéndole al olvido una diablura,
a Héctor no hay olvido que lo pueda.
Y está su antigua musa de tablón
pariendo versos anchos de adoquín,
ojeando en el cordón la soledad
del tiempo que deviene en porvenir.
Y sueña con potreros de algodón
ocultos bajo el sol de Parque Chas,
allí donde remonta la ilusión
de un pibe corazón de "centrojás".
El día que se apague la alegría
del caño, la gambeta y del sombrero,
él siempre hará de pájaros poesía
que tenga olor a tiempo dominguero.
Y es Héctor, por poeta de otro mundo,
poeta de lo simple y lo sincero
y es Negro, por maestro y por profundo,
igual que el vino tinto y compañero.