Yira que te yira a través de la ciudad.
Este taxi mío es un mundo en libertad,
mundo que, de tanto en tanto, habita
el apuro de llegar a alguna cita.
Cada pasajero que consigo levantar
es un libro extraño que yo aprendo a deletrear.
Seres con su cielo, con su infierno,
con sus ganas de reír o de llorar.
Taxi libre, ¡ya lo sé!
Al banco provincial que hoy vence el pagaré.
Taxi libre, ¡ya lo sé!
Volando al hospital, que viene ya el bebé.
Taxi libre, ¡ya lo sé!
A la General Paz, conozco ya ese hotel.
Taxi libre para usted,
y usted nunca sabrá, que yo también lo sé.
Yira que te yira por la piel de la ciudad,
este taxi mío me ha cantado la verdad.
La ciudad es la selva que te ignora,
que te seca el corazón o lo devora.
Selva de cemento, con semáforos en flor,
jungla que atraviesan diez mil ríos de sudor.
Y una fauna triste que mastica
su costumbre de vivir y de morir.
Y en mitad de este fragor
que toda la ciudad, me hierve alrededor,
yo en mi propio corazón
recorro otra ciudad llamada soledad.
En qué esquina encontraré
los sueños que perdí o acaso que maté.
Taxi libre, y ya lo ve,
yo estoy en la ciudad tan solo o más que usted.