Primer premio Fondo Nacional de las Artes - 2004
Tal vez un viejo sacristán
se reviró con su sermón
de compadritos y arrabal
y le mandó la inquisición.
Y se piantó de polizón
oyendo el canto de la mar
y en su destierro se olvidó del alemán.
Un barco lo dejó
varado en el umbral
de un ispa cafetín
con sueños de percal.
Un tano de acordeón
y un ruso de violín
le hicieron con unción
un alma de escarpín...
Lo bautizó el “esplín”
en charcos de malvón...
Al hombre gris de la ciudad
lo fue metiendo en su pulmón
y Dios le dijo al despertar:
"- Te llamaremos bandoneón -".
Su negra tos de callejón
lloró una curda de alquitrán
goteándole en el corazón su soledad.
Un barco lo dejó
varado en el umbral
de un ispa cafetín
con sueños de percal...
Y al verse el bandoneón
de piel y lagrimal
a un gordo bonachón
y a un Astor sideral
les hizo un berretín
y un cielo de gotán.