Solía jugar en el zaguán
y con la magia del lugar
hacía una fiesta.
Fiesta de la imaginación,
de fantasía e ilusión
de la niñez.
Solía sentarme en el umbral
y con presteza sin igual,
en cada siesta,
hacía real esa ficción
de pasatiempo y diversión
del mundo aquel.
Solía mi vida circular
entre la escuela y el hogar,
ese universo,
espacio de mi situación
con la utopía como blasón
en tiempo real.
Solía con mis padres pasear,
hacer visita familiar,
frecuentemente.
Sacar boleto en la estación
e ir conversando en un vagón
hasta el lugar.
Solía salir a caminar
las callecitas del lugar
a paso lento.
Respirando a todo pulmón
el aire fresco y, sin razón,
sentirme bien.
Solía reír, solía llorar,
de una manera natural,
cuando era niño.
Siempre presente la emoción,
Comprometido el corazón
en cada vez.