Extraña voz me convoca
un sabático atardecer
que implacable evoca
barrio de triste envejecer.
Recorro tus vacías arterias
abrumadas por densa soledad
caído contorno de materias
que resisten sin ansiedad.
Ciudad vieja de mi país,
en tu breve cuerpo histórico
está anclada nuestra raíz
y luces esbelto pórtico.
Plazas que cuidan leales gorriones
y habitan solos monumentos
que ocultan sus emociones,
testigos de viejos momentos.
Intento visitar el puerto,
antes gozado por paseantes,
mudas mercaderías sin cuento
sólo admiten navegantes.
Tu simbólica escollera,
de vecinos y pescadores
agonizante desespera
cercada por contenedores.
Mercado de savia portuaria
y gastronómicos olores,
vive nueva historia
y alivia nostálgicos dolores.
Jóvenes páginas escribe
nocturna alegría fugaz,
que el día no suscribe
y transcurre como un haz.