Yo también tuve, para que a nadie asombre,
gratos recuerdos grabados en mi mente,
mis labios rojos, un corazón ardiente,
mi enamorada, como cualquier hombre.
No fue preciosa, más turbó mi vida.
Porque su encanto se penetró en mi alma,
fue la tirana que me robó la calma,
fue la tirana de mi corazón.
Y, ¿quién la amará como yo la amé?
Nunca ella sabrá lo que yo sufrí.
Y cuando esté arrepentida verá
que mi amor fue sano y puro, mi bien,
que fui tan leal, que era ilusión
que fui tal cual se lo juré.
En esas noches de loco desvario,
cuando el insomnio me tortura la calma,
te llamo a gritos tirana de mi alma,
mas no respondes al eco mío.
Hoy lo confieso, no la podré olvidar,
pensé que siempre su amor sería sincero,
y me consuelo sabiendo que la quiero
como jamás ninguno supo amar.