Hoy que la vida te venció,
has vuelto por saber
si puedes refugiarte en mi querer.
No te ha traído a mi rincón
sino la humillación
del hombre que a su lado te arrastró.
En el perdón que has implorado
esté el despecho reflejado.
Ya ves, tu infamia me enseñó
a ser tu propio juez.
Por eso, sin piedad te condené.
Antes hubiera perdonado
¡todo!... ¡todo!
Pero ya es tarde en tu pecado,
quedó deshecha mi fe.
Yo sólo sé lo que sufrí por olvidarte,
por arrancarte del corazón.
Y hoy me rebelo a tus engaños,
nada quiero de vos.
Ya ni tu llanto me conmueve,
porque también llorando mientes.
Será mejor para los dos
que olvides, como yo,
es todo lo que puedo hacer por vos.