Era una tarde de primavera
bajo el techado de un rosedal
cuando juraste por vez primera
que no me irías a traicionar.
Yo te creía pura y sincera
y un beso fuerte me dio en dudar,
cuando apartando tus rojos labios
noté una mueca de falsedad.
Yo te quería con todo el alma,
yo te adoraba sin precisar
que esa mentira que tú ocultabas
era una burla tras tu antifaz.
Pero soy hombre y ante tu orgullo
jamás mi frente yo he de inclinar,
porque me sobra coraje y alma
si así me viera frente a un rival.
Sólo a mis padres respeto y amo
yo por polleras no sé llorar,
lloran los maulas, los cobardones,
esos que viven sin trabajar.
Pero si un día triste volvieras
y ante mi madre te veo llorar,
si así lo quiere mi santa madre,
sólo en la frente te he de besar.