Cuando anoche yo la vi con otro
fue tan enorme mi sufrimiento,
que no supe lo que hacer,
llorar o comprender,
que acaso nunca me has querido.
Ocultándome, doblé la esquina,
y en mi tristeza pensé en locuras.
Sólo ansiaba nuevamente verla
y gritarle mi rencor
por su traición.
Y hoy, que la tengo en mis brazos
besándome como siempre,
al ver que miente otra vez
que miente como ayer, callé.
Es que no puedo, ¡la quiero!
Y, aunque me engañe, prefiero
seguir viviendo esta comedia
ante el miedo de perderla y enloquecer.
Y sentí que el corazón lloraba,
avergonzado de ser tan flojo.
Y sentí dentro de mí
deseos de partir
y ahogar mi voz que fue cobarde.
Pero nada al corazón detiene,
cuando se quiere como la quiero.
Y las ansias de gritar
quedaba en mi garganta sin brotar
ante el amor.