Los vi cuando se iban del brazo de la abuela,
no quise que me vieran, vos bien sabes porqué.
¡Qué grande está el purrete! ¡Qué linda está la nena!
Te juro que al mirarlos así me emocioné.
Por un amor sin alma dejé tanto cariño,
parece hasta mentira aquello pudo más.
Bajando la pendiente me hundí en el precipicio
y no pensé siquiera lo que dejaba atrás.
No vine a que perdones mi infamia, mi egoísmo,
este abandono enorme ni lo perdona Dios.
Pensando en los purretes no duermo y es castigo
que muerde mi conciencia como una maldición.
Mañana, seis de enero, el día de los Reyes
allí en sus zapatitos dejales, por favor,
esta muñeca rubia que traje para Marta
y para Ricardito el libro “Corazón”.
Yo todo lo comprendo, tus noches infernales,
tu llanto contenido, tu rabia, tu dolor.
Y lo peor de todo: el barrio, las vecinas
llenando tus oídos con la murmuración.
¿Por qué, si no merezco que me mires siquiera,
me pides que me quede, me brindas tu perdón?
¿Por qué me abrís la puerta? ¿Por qué me abrís los brazos?
y me apretás llorando contra tu corazón.