Dos días hace, mamma, que estoy en la Argentina,
no me parece cierto sentirme tan feliz.
Si vieras Buenos Aires, qué linda y qué distinta
a nuestra pobre Italia, cansada de sufrir.
Quisiera en esta carta decirte muchas cosas
que en este suelo amigo dan ganas de vivir,
que ya soy otro hombre, que sueño a todas horas
con el día que pueda traerte junto a mí.
Y dile a la Rosina
que siempre pienso en ella,
que yo en la Argentina
trabajo con amor.
Que cuando estemos juntos
aquí nos casaremos
y juntos le daremos
las gracias al Señor.
No importa el sacrificio
que has hecho por tu hijo
para que en esta tierra
se forme un porvenir.
Besando tu retrato
yo siempre te lo digo:
tendrás tu recompensa,
aquí serás feliz.
Aquí, donde los campos conversan con el cielo
levantaré algún día el nido de mi afán.
Aquí, donde encontramos un bendecido suelo,
que nos dará de sobra felicidad y pan.
Y pienso en nuestro pueblo que se quedó deshecho,
por culpa de la guerra y tengo que llorar,
por ti, por la Rosina y por el hombre bueno
al que no le pudimos decir: ¡Adiós, papá!