Te quiero... me decía el embustero,
te juro... que mi amor es noble y puro,
vidita... cuando acabe de estudiar
te prometo por mi madre
que no vamos a casar.
Tanto querer me fingía
tan buena fe demostraba,
que a su pasión cedí un día
sin pensar que me engañaba.
Y mirando la vidriera
me esperaba a que saliera
por las noches de coser
y al rayar el nuevo día
a las clases él volvía
y volvía yo al taller.
Así pasaron los dias,
así pasaron tres años,
sin que en nuestras alegrías
entrasen los desengaños.
Terminó al fin su carrera
y a arreglar fue los papeles
al pueblito en que nació.
Y al marcharme dijo, espera,
y he esperado y esperado...
pero nunca más volvió.
Mi vida... ha quedado destruida
mi sino... es seguir el camino,
tu mismo... por ahí me difamarás
y al hablar con los amigos
dirás siempre... una más.