Se va el cortejo por Centenario,
se queda sola Doña Rosario;
con él se van sus mejores años,
ahora a la casa le sobra jardín.
Y repasando los almohadones
se le hacen nudo las emociones,
brotan recuerdos por los rincones,
las cosas queridas de un tiempo feliz.
¡Vamos, Doña Rosario!,
no se apure con el calendario,
que de nietos se llena la casa
y estire la masa que el tuco se pasa.
Pero... ¡vamos, Doña Rosario!,
que el amor se quedó en su ventana,
con el beso que cada mañana
le enreda en sus canas un rayo de sol.
Y todo sigue, Doña Rosario,
vuelve de compras por Centenario.
Tomando mate, leyendo el diario
o escucha la radio regando el jardín.
En una silla, junto a la mesa,
sus soledades se desperezan,
y le sonríe, desde la pieza,
la foto que vive en la mesa de luz.