La negra melena enluta la almohada
de un pobre muchacho, que está en el final,
pasea en la pieza su triste mirada,
clavando el olvido su fiero puñal.
La colcha acaricia su mano alargada,
que tantas cinturas bailando apretó;
un pucho se duerme en la zurda cansada;
sólo se oye el tic-tac del reloj.
Desfilan en la penumbra
recuerdos de lo que ha sido;
pasado, que se derrumba,
presente, que lo ha vencido;
vencido de mala suerte
porque el vivir es un tango,
la compañera es la Muerte,
que sola, viene a buscarnos.
Espera que venga a llevarlo a su lado,
total a ninguno le importa más de él,
y alivia su pena mirando al costado,
el viejo cuadrito de Carlos Gardel.
La vista se entrega, quedándose quieta,
dejándole un velo de llanto amargao
y el suelo que alfombra una Crítica "sexta"
recibe un suspiro y un pucho apagao.